Pateo el mar para ver mejor el fondo, su belleza real. Pero, simplemente -cuando de repente pienso en que puede existir una época de paz en mi vida-, nunca llego, nunca puedo abrir las alas y volar. Me gustaría decir que esa alma soy yo, y que voy todo el tiempo a mirar el horizonte, cómo se unen el cielo y el océano y, en algún punto, se convierten en uno. Pero nunca lo tuve, no lo tengo. Mi cabeza pega un fuerte grito que en su sello tiene la palabra escrita "¡paz!". Pero no. Los extremos son polares, helados, insoportables de sentir y de ver. A veces pienso que todos en la vida yacemos ciegos. Nunca miramos lo que hay que mirar, no observamos. Y si lo hacemos atraemos caras que responden con miedo y por eso no te miran o te quitan la mirada. La mente nos lleva a grandes crucigramas -enormes- que nos confunden cada vez más y nos llevan a la perdición...de actos, de miradas, de caminos, de todo. Lipovetsky llama a este mundo narcisista, individualista...¿Lo es? ¿Realmente lo es? Si ahora yo digo que necesito estar sola...¡qué tonta! Eso es apartarse e individualisarse, quiera uno aceptarlo o no. Y bueno, somos todos una masa no-pensantes de ciegos. Hoy parecería haber tenido un día autista. Es que no quiero que nadie me hable, porque nadie me habla, porque nadie me ve como soy, o qué me pasa. Soy invisible para cualquier holograma que este mundo tiene, lamentablemente. ¡Soy invisible! ¡Hola! ¡¿Me ven?! ¿Al menos me escuchan?¡Carajo!